Tokyo, día 6. Tsukiji, Odaiba

Hoy el día comienza con un objetivo claro: comer el "mejor sushi del mundo".

... O al menos, uno muy bueno.

La aventura comienza buscando el mercado de Tsukiji, una lonja donde se vende pescado fresco.

En un lateral de la lonja hay varios edificios anexos. En el número 6 (los números están en el segundo piso) hay una hilera más o menos larga de turistas, posiblemente tostándose al sol del verano o resguardándose de las lluvias torrenciales en invierno. Están esperando para entrar en Sushi Dai, un restaurante de sushi muy conocido por utilizar pescado que nunca ha sido congelado en sus platos.

Nosotros, sin embargo, decidimos adentrarnos en el callejón y hacer cola para entrar en Daiwa Sushi, que es igual de famoso, y su sushi también está murrico. Y además, había menos cola, y a la sombra.

Foto de la entrada como referencia:

Dentro del pequeñisimo local, hay varias opciones. Lo más sencillo es pedir un menú (set, en inglés) que sale por 3500 yenes - 35 euros al cambio actual, más o menos. ¡No es barato!

De derecha a izquierda: maguro (atún "normal"), jengibre, dos makis (el set traía 6), un sushi de pescado blanco cuyo nombre no recuerdo, dos sushis de toro delante de más jengibre, un sushi de anguila y uno de gamba.



Todo venía en el set menos el maguro y los dos de toro, que pedimos aparte, y algunos más que ya nos habíamos comido, jeje.

Aquí podéis ver, en primer plano, las dos piezas de toro, que es también atún, como el maguro, pero en este caso se trata de ventresca de atún. Es la parte más preciada del pescado, y la más cara del restaurante: cada pieza de esas vale 800 yenes (unos 8 euros).




A mí, personalmente, me gustó más el maguro (carne de atún normal): sabía a atún, pero era tan blando que me recordaba a la carne de membrillo.


Los cocineros fueron increíblemente amables y serviciales. Se les notaba felices en su trabajo.

Tras este exquisito brunch, nos fuimos a Odaiba. Es una isla de Tokyo es en lo que podría haberse convertido sido la Cartuja de Sevilla tras la Expo, con una gestión decente. La arquitectura me recordó a los edificios del videojuego Mirror's Edge.

Aquí tenéis una vista desde la cabina de la línea de trenes que va a Odaiba, la Yurikamome. Es una línea sin conductor, y, si eres un poco pícaro, puedes sentarte en la primera fila y tener una vista espectacular del trayecto.

La mayor parte de la tarde la pasamos en el Museo de las Ciencias Emergentes. Había una exposición permantente, bastante interesante, y una exposición temporal, que fue bastante decepcionante.

Hay varias exibiciones programadas para cada día, y algunas de ellas requieren reservas (os recomendamos ir a primera hora y reservar para lo que queráis en las plantas 5 y 6, nosotros no pudimos ver ninguna).

Una de las exhibiciones sin reserva que pudimos ver fue una demostración del famoso robot Asimo. Hay dos al día.

Elo globo terráqueo en una de las estancias del museo es espectacular. Debajo del globo hay unos sofás muy cómodos, para mirar para arriba, o para meditar sobre el sentido de la vida. Sonoramente.

Fuera del museo, intentamos subir al edificio de la Fuji TV, para ver el atardecer, pero no lo conseguimos - cerraban el mirador a las 17:30.

Intentamos colarnos en un hotel cercano, que seguro que también tenía buenas vistas, pero no desde las zonas a las que conseguimos acceder.

Alrededor de la zona hay varios mega centros comerciales. El DiverCity tiene (por un tiempo) una estatua impresionante de Gundam.

Cerca del edificio de la Fuji TV había también un parque temático sobre una de sus series manga más conocidas, One Piece. No entramos, pero aquí tenéis una foto desde fuera. La caca con gafas y miembros robóticos es ... intrigante.

Y por último, el colofón del día de hoy: la Estatua de la Libertad de Tokyo, una versión más pequeña de su homónima en Nueva York.

Una forma muy romántica de saludar el atardecer, aunque sea al nivel del mar.