domingo, 9 de septiembre de 2012

"Esta vez no ha colado"

Esas fueron las palabras de uno de los españoles que habían intentado saltarse la cola de acceso al avión del vuelo Qatar-Madrid. Y a cuyo grupo se unieron más "listos" que acabaron haciendo una segunda cola.

No puedo decir con palabras cómo sienta ver esto después de estar 3 semanas en un país donde:

  • El trato al cliente es siempre excelente - de sonrisa y reverencia. Pero no se admiten propinas.
  • Las medidas de seguridad de las bicicletas, si existen, consisten en un candadito minúsculo en una rueda.
  • No hay apenas papeleras, y sin embargo no hay un papel en el suelo.
  • Puedes dejar tu cartera en una mesa de un restaurante y no pasa nada.
  • La gente sabe hacer una cola.
... y sin embargo antes de llegar ya estamos en el país de la pandereta, la chapuza y el pillaje.

Ay.


Osaka

Hoy es el último día de nuestra estancia en Japón. Nuestro vuelo sale por la noche, así que tenemos todo el día para explorar la ciudad.

Comenzamos con el Umeda Sky Building:


Se puede subir, y tiene unas vistas impresionantes de la ciudad. En su base estaba Oktoberfest de Osaka, pero estaba cerrado.

Las parejas de recién casados suben a la cima de la torre a hacerse fotos. El escaparate del local del fotógrafo era "al más puro estilo boda oriental".


Ejem... ¿y Elvis?


Por fin, las vistas desde el exterior:


Después tocaba ver un sitio friki que yo quería visitar. Para llegar allí, primero un tren, y luego un ¡monorraíl!


Cuando nos bajamos pudimos fotografiar el tren desde abajo:


Y aquí la tenéis: la Torre del Sol de la Exposición de Osaka del 70. Conozco este monumento gracias a 20 Century Boys, un manga que me regaló mi hermano Emilio. Es una estatua bastante alta.


Aquí la tenéis desde atrás:


El parque conmemorativo de la exposición del 70 es una pasada. Mucho césped, árboles de varios tipos, construcciones de los 70 conservadas, cuervos, mariposas ... si hubiésemos tenido más tiempo habríamos alquilado unas bicis para pasear por él, y nos habríamos comido un bento bajo un árbol. Ajustados de tiempo como íbamos, nos tuvimos que conformar con un paseíto:


Un detalle curioso: las tapas de las alcantarillas del parque.


Después de ver el parque, con el soletón que teníamos, y sabiendo el viaje de 20 horas que nos esperaba, fuimos a nuestro siguiente destino: Spa World, un parque temático/hotel sobre Spas. Como casi siempre en Japón, los baños públicos son desnudos y con segregación de sexos. En el Spa World había una planta reservada para los hombres - la de Asia -  y una para mujeres - la de Europa - con varios tipos de piscinas, duchas y saunas, algunas de ellas al aire libre. La planta octava es para toda la familia, y se debe visitar con bañador.

No tenemos fotos, pero pasamos una tarde muy agradable. Y muy limpia.

"La próxima ducha, nos la damos en España", dijo Olga con tristeza, al irnos.

En una tienda delante de nuestro hostal, nos despide este maniquí:


Y comienza el viaje de regreso.

Kobe y Osaka

La primera parte de este día la pasamos en tránsito - primero teníamos que ir a Osaka, cargados con mochilas y maletas. Desayunamos en la estación de Kyoto - aquí tenéis el desayuno de Olga:


El bollito con forma de conejo estaba relleno de crema. Entre él y el caramel macciatto, hay una tarrina de sirope - azúcar ya disuelta en agua. Se disuelve mucho mejor que el azúcar sólida, incluso en agua fría. Lo tienen en todas las cafeterías a las que entramos en Japón.

Una vez dejamos las maletas en la habitación de Osaka, cogimos un tren a Kobe. Aquí pecamos de novatos, yendo en Sinkansen (el famoso tren bala japonés, muy caro, ahora que ya se nos había agotado el JR pass) en lugar del tren local (más barato).

Llegamos a las afueras de Kobe a la hora de comer. Así que fuimos a probar la famosa ternera de Kobe. Fuimos a Wakkoqu, un restaurante muy famoso en internet, porque hablan en inglés.

El menú más barato de Wakkoqu cuesta unos 3000 yenes, o 30 euros. Pero en ese caso no te sirven carne de Kobe auténtica, sino una de otro tipo. Si quieres un menú de auténtico buey de kobe, tienes que gastarte 5000 yenes.

Nosotros optamos por pedir un menú de 3000 y uno de 5000 (ya que estábamos allí...), ambos consistentes en un filete con varias guarniciones. Al principio nos presentaron los filetes. El buey de kobe auténtico está en primer plano, y el "barato" detrás. Los dos estaban muy buenos, los cocinaron delante nuestra en una plancha, y nos fueron contanto cómo comer las guarniciones y las salsas.

Estaba muy rico, el buey de Kobe se deshacía en la boca. Pero no estoy seguro de que mereciera la pena el desembolso.


Otra de las cosas que me sorprendieron de Kobe fue el tamaño de la ciudad. Por alguna razón imaginaba que Kobe sería una pequeña ciudad costera, rodeada de granjas. Nada más lejos de la realidad.



Lo que véis en la foto anterior son tres niveles distintos de autovía, y luego a nivel de suelo, un puerto. ¡Y menudas torres!

Kobe también tiene un barrio chino (apenas tres calles). Nos hicimos muchas fotos en él. Aquí me tenéis frente a una de sus puertas:



Y aquí a Olga, en la plaza central de chinatown. Las estatuas grises de alrededor son animales del horóscopo chino.


También encontramos una tienda con muchos productos de Bruce Lee:


Aquí un servidor caracterizado.


Fuera de chinatown, nos dirigimos al puerto. De camino para allá encontramos este "pescadito", diseñado por Frank Gehry.


Desde el puerto había unas vistas maravillosas de la ciudad:


Nos despedimos de Kobe, porque queríamos pasar la noche en Osaka. Nuestro hostal estaba en Amerikamura, un barrio "inspirado en Estados Unidos". Como otras partes de Osaka, de noche, se transforma.


Desde Amerikamura fuimos a Dotonbori, un barrio famoso por sus neones. El luminoso de Glico de abajo es un clásico, parecido al de Swcheppes en Madrid. Aunque no destaca tanto en este entorno:


Dotombori también es famoso por los exteriores de sus locales, recargados y estrambóticos:




Acabamos la noche comiendo una de las delicias locales: takoyakis, unas bolas de masa con un trocito de pulpo en su interior. Aquí tenéis el local, que debía ser famoso, porque siempre tenía cola:


Y los takoyakis tenían esta pinta. Estaban mucho más ricos que los que comimos en Tokyo.


Esa noche nos acostamos "tarde", para ser Japón - a las doce y media. Tuvimos ocasión de ver a algún Japonés ebrio, tirando basura al suelo, o incluso orinando en una esquina. No me habría sorprendido ver un unicornio paseando por allí también.

En total, un último día muy completo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Kyoto, día 4

Nuestro plan inicial para este día era hacer una visita a Koyasan, un lugar sagrado con muchos templos, y pasar una noche en uno de ellos.

Pero las previsiones del tiempo no eran muy buenas (anunciaban lluvias intensas) así que decidimos cancelar nuestra reserva y quedarnos un día más por Kyoto, que todavía tiene cosas que visitar.

Por ejemplo, la zona de Arashiyama. Es un barrio en el extrarradio de Kyoto, tocando el campo. Fuimos allí en tren, y una vez en la estación, alquilamos unas bicicletas para movernos por la zona.

Como todos los barrios de Kyoto, Arashiyama tiene muchos templos. Únicamente visitamos uno, el de Tenryuji, y solo sus jardines zen, no el edificio. Los jardines son especialmente bonitos en otoño, cuando las hojas tienen tonos multicolores. En septiembre, son muy bonitos también, pero hay otros jardines mejores en Kyoto, y más cerca del centro.


A la salida del templo, con las bicicletas, encontramos a estas dos chicas disfrazadas de geishas. Lo del fondo sobre dos ruedas soy yo :P:


Al norte del templo hay un famoso bosque de bambús. Visitarlo mereció la pena, fue un recorrido muy agradable con las bicicletas.


Este cartel de concienciación ciudadana nos hizo gracia. Especialmente por lo innecesario. A pesar de que en Japón apenas hay papeleras, no hay papeles en el suelo, está todo limpio. Dejar las cosas del perro por ahí debe ser impensable para esta gente.

También nos gustó la cara de tristeza, reproche e indignación que consiguieron ponerle al perro.


Dejamos las bicicletas, otro tren, y una visitilla al centro, para hacer algunos recados:


Y otra visita al Yodobashi, al lado de nuestro hostal. Si os alojáis en Kyoto y estáis mínimamente interesados en la electrónica, os recomendamos una visita.

Aquí tenéis una foto de la entrada. Fijaos en las decadentes escaleras mecánicas para subir/bajar 5 escalones.


En el sótano del Yodobashi hay un supermercado en el que venden, entre otras cosas, un sushi muy rico (puedes ver cómo lo hacen los pescaderos a través de un cristal). Se supone que a partir de las 6 les ponen "pegatinitas de descuento" a las bandejas de sushi, pero mientras nosotros estuvimos por allí no bajó nada de precio. Eso sí, vimos a muchas amas de casa "deambulando distraídamente" y esperando atentas al señor de las pegatinas, que no acababa de llegar.

Al final cogimos dos artículos "sin descuento". La bandeja que veis aquí debajo (compramos dos) salió por unos 8 euros. Con el descuento habría sido la mitad, pero qué narices, ha sido una cena deliciosa, y una estupenda manera de despedirnos de Kyoto.


Y mañana, nuestra penúltima jornada: ¡Kobe!

martes, 4 de septiembre de 2012

Kyoto, día 3



Hoy por fin visitamos una de las maravillas de Kyoto: El Templo Dorado, o Kinkakuji. Aquí está, reflejándose en su estanque. Todo zen y tal.


Brillaba como un CD-ROM. Precioso.

Pero la verdad es que hoy ya estábamos saturados de templos, y seguramente vosotros también. Así que mejor hablemos de las máquinas expendedoras.

En Japón están por todas partes. Incluso hay una en la cima del monte Fuji, aunque cuenta la leyenda que los precios de las botellas de agua allí son muy altos (de hecho, el día que estuvimos en Fusimi Inari pudimos comprobar que el precio de las máquinas iba subiendo con la altura)

En Kinkakuji había muchas. Os pongo una foto de la agrupación más larga.

De izquierda a derecha: bebidas, bebidas, bebidas, helados "Lady Borden", noodles instantáneos, y helados Häagen-Dazs.


Cerca de la salida pude encontrar estas dos. La máquina de la derecha vende bebidas "normales" (dentro de lo que es Japón). La de la izquierda vende ... ¡máquinas de fotos de usar y tirar! ¡y carretes! ¡carretes! No puedo con tanto anacronismo.



Con el calor que hacía, en un momento de debilidad caí en las redes de Lady Borden. Me pedí uno con almendritas. Estaba un poco duro.


Olga probó fanta de melón. Era de color verde intenso. De nuevo, sobran las palabras:


Luego fuimos a otro templo, el Ninnaji. Pero después de ver tantos templos, y el templo de oro ese mismo día, la verdad es que nos supo a poco. Aquí tenéis una foto en la entrada:


Y aquí Olga posando delante de un templete con el mismo estilo que algunos templos de Kamakura. O al menos, eso decía el cartelito de al lado.


Y siento no poder decir mucho más del templo. Seguramente sus jardines serían mucho más impresionantes cuando florecen los cerezos, que tiene muchos. Hoy, fue un templo bonito, pero no dejó mucha impresión.

Después de una mañana de templos, acabamos comiendo en el centro, en concreto en este sitio:


Era uno de esos lugares en los cuales las mesas están separadas de la cocina únicamente por una barra, de manera que puedes ver a los cocineros preparar los platos. Muy entretenido. Además, el cocinero jefe chapurreaba algo de inglés (¡y de español!) y era un cachondo, así que lo pasamos muy bien. La comida, buena y asequible.

Por cierto, hemos visto que se trata de una cadena, y al volver al Hana Hostel vimos que tenemos uno muy cerca. Para la próxima vez que vengamos :)

Después de comer, entramos en muchas tiendas, en grandes almacenes y en pequeños comercios locales del centro. Muy divertidos. Olga casi se lleva este gorro:


Y luego, una vueltecita por el barrio de Pontocho, y de ahí al hostal, pasando por el supermercado. Allí encontramos las famosas "pegatinillas de oferta". Son pegatinas que ponen a los productos perecederos a partir de cierta hora para indicar que están a mitad de precio para que la gente se los lleve. Olga recordaba un capítulo de la serie Shin-chan en la cual la mamá estaba en el supermercado "haciendo tiempo" hasta que les ponían las pegatinas a los artículos, momento en el cual todos los clientes se abalanzaban sobre ellos.

Esta tarrina de salmón, vegetales y arroz, con el descuento, salió por algo más de dos euros y estaba riquísimo:


Mañana pensamos ir a las seis, que es cuando ponen el sushi a la mitad, y arrasar como la madre de Shin Chan. Jejeje.

Y ya que el día va de probar cosas, una fanta de cereza:


¡Una cena de campeones! Y con esto termina nuestro penúltimo día en Kyoto.

¡Buenas noches!

Kibune y Kurama

El día se presentaba campestre.

Nos levantamos temprano de nuestro cuartel general en Kyoto, y cogimos tres trenes en rápida sucesión.

Olga tuvo algún problema con su desayuno. El bollito que pidió en la estación de Kyoto estaba relleno de anko (pasta dulce de judías) y hubo que deshacerse de él. En un local de Kibune encontramos estas galletas:


Estaban malísimas. Los frutos secos son judías secas, y sabían a demonios (el paquete no engañaba). Olga tuvo que conformarse con un batido de plátano de una máquina.

Kibune es un poblado realmente pequeño; apenas 10 casas. Está unido con otro pueblo más grande, llamado Kurama, mediante una vía rural que atraviesa la montaña. El acceso no es gratuito, pero te prestan un bastón al entrar:


El camino es empinado, pero el tiempo acompañó (se nubló un poco mientras subíamos). Se oían muchos pájaros e insectos (chicharras, sobre todo). Los árboles, enormes, a veces invadían el camino con sus raíces:



De hecho, la cima de la montaña está llena de raíces de árbol:


Encontramos a este amiguete tomando el sol encima de una raíz:


También había algunos templetes distribuidos por la ruta. Aquí os dejo uno.


Al otro lado de la montaña, en el lado de Kurama (para nosotros, "cuesta abajo") el camino es gradualmente más elaborado - con templetes más complejos, un museo, zonas para ver el paisaje, farolillos ...


... Pagodas ...


... Puenteticos sobre riachuelos ...


... Estatuas de cuando los tentáculos dominaron la tierra ...


Muy bonito todo. No creo que fuera tan bonito para la gente que tenía que subir (el camino se puede hacer en las dos direcciones, pero nos pareció que había bastante más desnivel que cubrir por el lado de Kurama).

Ya en el pueblo, repusimos fuerzas con sendos cuencos de fideos. Olga tomó udon con curry, y yo soba con pollo y huevo. También probamos las famosas bolas de arroz con bonito seco en el interior.


Nos costó un poco encontrar el restaurante en Kurama, porque tiene todos los letreros en Japonés. Afortunadamente llevávamos una foto de la puerta hecha por una exploradora anterior. Lo dejamos aquí para futuros visitantes:


Después de comer, una furgoneta gratuita nos llevó desde la estación al onsen (baños públicos con aguas termales) del pueblo. Es un onsen descubierto, que te permite ver una agradable vista de montañas mientras tu piel se calienta en las piscinas de agua fría o caliente.

Como en casi todos los onsen, el baño es completamente desnudo, y hay separación por sexos. Obviamente las fotos no están permitidas dentro, pero aquí tenéis una foto de la entrada.


El camino a la estación de trenes de Kurama lo hicimos a pie, con la muda de ropa limpia que habíamos traído. Fue muy, muy agradable, teníamos el pueblo para nosotros solos:


En la estación de trenes, un tengu gigante nos despide:


Un último apunte del día - por la noche cenamos en a un restaurante cerca de nuestro hostal en Kyoto, llamado Donguri. ¡Las mesas del restaurante son planchas!

Pedimos unas gyozas, una hamburguesa y un okonomiyaki (especialidad de la casa).

Aquí me tenéis, a punto de entrar en acción:


¡Todo estaba riquísimo!