martes, 4 de septiembre de 2012

Kyoto, día 3



Hoy por fin visitamos una de las maravillas de Kyoto: El Templo Dorado, o Kinkakuji. Aquí está, reflejándose en su estanque. Todo zen y tal.


Brillaba como un CD-ROM. Precioso.

Pero la verdad es que hoy ya estábamos saturados de templos, y seguramente vosotros también. Así que mejor hablemos de las máquinas expendedoras.

En Japón están por todas partes. Incluso hay una en la cima del monte Fuji, aunque cuenta la leyenda que los precios de las botellas de agua allí son muy altos (de hecho, el día que estuvimos en Fusimi Inari pudimos comprobar que el precio de las máquinas iba subiendo con la altura)

En Kinkakuji había muchas. Os pongo una foto de la agrupación más larga.

De izquierda a derecha: bebidas, bebidas, bebidas, helados "Lady Borden", noodles instantáneos, y helados Häagen-Dazs.


Cerca de la salida pude encontrar estas dos. La máquina de la derecha vende bebidas "normales" (dentro de lo que es Japón). La de la izquierda vende ... ¡máquinas de fotos de usar y tirar! ¡y carretes! ¡carretes! No puedo con tanto anacronismo.



Con el calor que hacía, en un momento de debilidad caí en las redes de Lady Borden. Me pedí uno con almendritas. Estaba un poco duro.


Olga probó fanta de melón. Era de color verde intenso. De nuevo, sobran las palabras:


Luego fuimos a otro templo, el Ninnaji. Pero después de ver tantos templos, y el templo de oro ese mismo día, la verdad es que nos supo a poco. Aquí tenéis una foto en la entrada:


Y aquí Olga posando delante de un templete con el mismo estilo que algunos templos de Kamakura. O al menos, eso decía el cartelito de al lado.


Y siento no poder decir mucho más del templo. Seguramente sus jardines serían mucho más impresionantes cuando florecen los cerezos, que tiene muchos. Hoy, fue un templo bonito, pero no dejó mucha impresión.

Después de una mañana de templos, acabamos comiendo en el centro, en concreto en este sitio:


Era uno de esos lugares en los cuales las mesas están separadas de la cocina únicamente por una barra, de manera que puedes ver a los cocineros preparar los platos. Muy entretenido. Además, el cocinero jefe chapurreaba algo de inglés (¡y de español!) y era un cachondo, así que lo pasamos muy bien. La comida, buena y asequible.

Por cierto, hemos visto que se trata de una cadena, y al volver al Hana Hostel vimos que tenemos uno muy cerca. Para la próxima vez que vengamos :)

Después de comer, entramos en muchas tiendas, en grandes almacenes y en pequeños comercios locales del centro. Muy divertidos. Olga casi se lleva este gorro:


Y luego, una vueltecita por el barrio de Pontocho, y de ahí al hostal, pasando por el supermercado. Allí encontramos las famosas "pegatinillas de oferta". Son pegatinas que ponen a los productos perecederos a partir de cierta hora para indicar que están a mitad de precio para que la gente se los lleve. Olga recordaba un capítulo de la serie Shin-chan en la cual la mamá estaba en el supermercado "haciendo tiempo" hasta que les ponían las pegatinas a los artículos, momento en el cual todos los clientes se abalanzaban sobre ellos.

Esta tarrina de salmón, vegetales y arroz, con el descuento, salió por algo más de dos euros y estaba riquísimo:


Mañana pensamos ir a las seis, que es cuando ponen el sushi a la mitad, y arrasar como la madre de Shin Chan. Jejeje.

Y ya que el día va de probar cosas, una fanta de cereza:


¡Una cena de campeones! Y con esto termina nuestro penúltimo día en Kyoto.

¡Buenas noches!

2 comentarios:

Verónica Paz dijo...

jajajaja me estoy tronchando porqué nosotros también probamos la de melon justo ahí xDD y también se nos quedó la misma cara jajaja


Ols dijo...

Juas rejuas, es que es verde fluorescente!

Esa es mi cara que puse de verdad al verla, me sacó la foto a traición, jajaja.