Hiroshima y Miyajima

Fuimos en tren a Hiroshima.

Famosa por la bomba, visitarla le dio una nota de tristeza (y de perspectiva) a nuestro viaje.

Después del bombardeo, en la zona cero únicamente quedaron en pie los 2 o 3 edificios con estructuras de cemento armado. De todos ellos, el que se ve a continuación, se conserva tal cual se quedó.

El resto de la zona se ha convertido en un parque con monumentos y un museo sobre lo que pasó. Tanto Olga como yo salimos bastante tristes de allí. Y sin embargo, creemos que es una visita que merece la pena visitar.

Afortunadamente la Hiroshima de hoy en día tiene mucho más que aportar que un pasado muy triste. Por ejemplo, culinariamente tienen un plato típico de la región: Okonomiyaki. En los sótanos de la estación de trenes, dentro del supermercado, hay un pequeño restaurante regentado por 4 ancianos especializado en su preparación.

El Okonomiyaki es una mezcla de crêpe, fideos y tortilla. El que preparaban en el local se realizaba íntegramente sobre una plancha de metal caliente - desde hervir los fideos (en una olla encima de la plancha) hasta los diversos pasos de la elaboración. Aquí tenéis 4 okonomiyakis apenas empezados en primer plano:

Y aquí el resultado. Lo de arriba es una tortilla de huevo con diversas salsas. Lo de enmedio son noodles (en nuestro caso noodles gordos, udon, aunque también los tenían de fideos finos, o soba) con brotes de soja, repollo y bacon. Y abajo un crêpe. ¡Ñam!

Aquí tenéis una vista del restaurante desde fuera. Lo que hay a mi derecha, en el estante, son okonomiyakis recién hechos, para llevar. Costaban lo mismo que dentro, 600 yenes, o alrededor de 6 euros.

Y de postre, otro plato típico de la zona: los momiji manjuu. Son unos pastelitos con forma de hoja, parecida a esta:

Los tradicionales están rellenos de pasta de judías dulce, o anko, que a nosotros no nos gusta mucho. Pero se pueden encontrar rellenos de muchas cosas: chocolate, queso, batata, catañas... nosotros probamos muchos y nos gustaron casi todos.

Otro tren nos llevó a Miyajima-guchi, desde donde navegamos en ferri hasta nuestro siguiente destino: la isla sagrada de Miyajima. Es muy conocida por su Torii flotante, que parece salir del mar cuando sube la marea. Aquí tenéis la primera foto que le hicimos desde el barco:

En Miyajima hay muchos ciervos, viviendo a sus anchas.

El hecho de que esté prohibido darles de comer sorprendentemente los hace más tranquilos y sociables que los de Nara, que son un poco "yonkis de las galletas para ciervo".

Una foto cerca de la Torii flotante, con marea baja. Fijaos que cerca no es tan "recta" como lo parece de lejos. Toda la estructura salió del tronco de un único árbol, y se puede apreciar el aspecto de "tronco" en las columnas.

Es difícil hacerse una idea de su tamaño real (es grande).

En Miyajima varios riokanes, que son hospedajes tradicionales japoneses. Pero su precio es muy elevado. Nosotros nos alojamos en un rioso, que es también tradicional, aunque algo más asequible (tampoco mucho).

Lo más llamativo fue el baño típico japonés, con una bañera llena hasta arriba y que rebosa cuando uno se mete. De eso no podemos enseñaros fotos, pero sí de nuestra preciosa habitación:

¡Había yukatas para ambos! ¡Rápido, a hacer el tonto que sale la foto!

Intentando realizar la tradicional ceremonia del té sin mucho éxito (en realidad las tazas están vacías, no hicimos té).

Después de cenar, salimos a visitar la isla de noche. La marea estaba alta, y la Torii flotante salía de las aguas:

Y por cierto - salimos en yukata. ¡Qué vergüenza!

Además del paseo junto a la torii, por las noches un par de calles del pueblo las alumbran con farolillos rojos. Los turistas han vuelto en ferri, y tenemos la calle comercial enterita para nosotros solos:

¡Y así acabó el día!